Qué pasaría si realmente hubiera coches voladores

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Son uno de los símbolos más recurrentes de cualquier historia futurista que se precie. Los coches voladores copan el cielo del imaginario colectivo cuando decidimos imaginar el mundo dentro de unos años indeterminados, y desde ‘Blade Runner’ a la más reciente ‘Love, death and robots’ se repiten continuamente en la cultura popular. Si tenemos en cuenta que surcar el cielo es una de nuestras máximas constante, idealizada desde el principio de los tiempos, cuando Ícaro y Dédalo, quizá es entendible esa repetición.

¿De dónde llegó esa idea, a día de hoy, poco probable? En realidad, aunque suene curioso, se remonta en el tiempo y casi coincide con la invención de los coches reales (1885, gracias a Karlz Benz). De hecho, surgió incluso un poco antes. En 1856, el capitán de un barco francés llamado Jean-Marie Le Bris ‘surcó’ los cielos por primera vez en su llamado L’Albatros Artificiel (o Albatros artificial), un planeador tirado por caballos que imitaba la forma del albatros. Consiguió alcanzar una altura de 100 metros, algo impresionante para mediados del siglo XIX, cuando los coches todavía no corrían por las calles. Aunque luego mejoró el modelo, su Albatros sufrió daños irreparables y él se rompió una pierna tras un aterrizaje forzoso. Gajes de luchar contra la gravedad.

En 1856, Jean-Marie Le Bris ‘surcó’ los cielos por primera vez en un planeador tirado por caballos que imitaba la forma de un albatros

En 1890 ya había visionarios futuristas que representaban coches voladores, como muestra la tarjeta publicitaria creada por la compañía Au Bon Marche, que enseñaba el ‘coche volador’ que incluimos a continuación. Llamó tanto la atención que pocos años después se presentaron patentes e incluso se construyeron algunos prototipos similares. Con alas y cola de pez, así como con un volante más propio de un barco, tenía tan poco de coche real como de bicicleta lo tiene el objeto que conduce la mujer que se encuentra a la derecha del dibujo. Pero era un buen comienzo.

Es decir, como tales, sí que se llegaron a intentar crear bocetos en los albores de la conducción. Como explica un artículo publicado en ‘Parker Software‘, el Flivver, patentado por el mismísimo Ford en 1926, tenía más aspecto de helicóptero que de coche volador, pues se trataba de una especie de avión de un solo asiento. Sin embargo, despertó un entusiasmo generalizado entre el público, aunque fue descartado tras un accidente fatal dos años después.

El Flivver, patentado por Ford, tenía más aspecto de helicóptero que de coche volador, pues se trataba de un avión de un solo asiento

En la década de los cuarenta también se presentaron prototipos, como el Convair AirCar de Ted Hall, que al tener un accidente sufrió el mismo destino que su predecesor de Henry Ford. En 1949, el Aerocar de Moulton Taylor llegó más lejos e incluso realizó un vuelo exitoso, pero las preocupaciones reglamentarias y la vacilación de los fabricantes tampoco concluyeron en nada.

Pero… ¿llegarán?

Se ha teorizado sobre ellos e incluso se han presentado patentes, pero antes de que estuvieran listos hay una serie de cosas que deberían regularse. Una de ellas son las infraestructuras: estamos acostumbrados a oír hablar de los ‘jets’ privados de los famosos, pero, ¿qué sucedería si el espacio aéreo se llenase de pronto de coches? Debería producirse un cambio radical en el paisaje urbano, con aeropuertos o lugares donde pudieran estacionarse los coches, así como edificios que pudieran recibirlos. En otras palabras, habría que proveer la infraestructura necesaria para la tarea y, por supuesto, armarse de paciencia para sufrir atascos aéreos, por lo que también habría que pensar en la importancia del control de dicho tráfico. Una alternativa posible sería permitir que las aeronaves se comuniquen directamente entre sí con poca o ninguna intervención humana.

Debería producirse un cambio en el paisaje urbano, con lugares donde pudieran estacionarse y edificios que pudieran recibirlos

Por otro lado, la contaminación acústica sería un problema grave, pues no es lo mismo el motor de un coche que las hélices que cortarían el aire y atravesarían el cielo. Todo eso sin contar que los seres humanos, por lo general, tienen un miedo atroz a los accidentes aéreos, puesto que se producen en un ambiente que no controlamos bien, por lo que también habría que garantizar la seguridad para que la gente pudiera empezar a confiar en ellos. Imaginemos por un momento un accidente de un coche que va surcando el cielo, parece bastante complicado orillarse a un lado de la carretera y comprobar el vehículo. Y no pensemos en cualquier objeto que pudiera caer desde el coche hacia el suelo.

Jesús DíazElon Musk dice de coña que está pensando en hacer Teslas que floten, pero la realidad es que los coches voladores no tienen ningún sentido los mires por donde los mires

Otra cuestión fundamental sería la medioambiental. Un estudio realizado por Ford y la Universidad de Michigan llegó hace poco tiempo a la conclusión de que los coches eléctricos voladores, comparados con las emisiones de los vehículos de gasolina y eléctricos que circulan por las autopistas, tendrían mucho menor impacto (un 52% menos de emisiones de gases de efecto invernadero que los automóviles convencionales y 6% menos que los vehículos eléctricos). Pero sin coches voladores eléctricos, cualquier congestión en el cielo provocaría un incremento preocupante de las emisiones de CO₂, y la aviación ya emite el 2,5% de los gases de efecto invernadero del planeta. Nadie quiere sumar a todo eso contaminación acústica o visual, alzando la cabeza y viendo miles de coches pitándose por el cielo.

Cualquier congestión en el cielo provocaría un aumento de las emisiones de COâ‚‚, y la aviación ya emite el 2,5% de los gases de efecto invernadero

Las cosas de palacio van despacio. En junio del año pasado, AirCar (concebido por la empresa eslovaca Klein Vision) completó una distancia de más de 80 kilómetros, entre las ciudades de Nitra y Bratislava, en tan solo 35 minutos, cerca de la mitad de lo que tardaría un coche siguiendo la ruta más rápida posible. La carrera por conseguir vender el primero continúa todavía, pero al ser caro y por ahora no demasiado práctico, parece que habrá que esperar un poco más. Hay que pensar, además, que su avance iría en detrimento del propio sector de la conducción, muy afianzado.

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