¿Usted qué hacía a los 19 años?

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En términos de la RAE, el usted se emplea generalmente como tratamiento de cortesía, respeto o distanciamiento. Cuando usted, lector sin edad, reparó en los años de Pablo Núñez del Río la sorpresa empezó a caminar y a tasarse al ritmo del reloj propio. ¿Y cómo no? En un escenario poseletoral queda circulando entre la opinión pública que cada voto —y, por tanto, cada votante— posee el mismo valor.

El virtual teniente alcalde de Pueblo Libre candidato de Renovación Popular tiene 19 años, una carrera de Derecho a cuestas y una trayectoria laboral que todavía estrenará el 1 de enero de 2023. Sin embargo, más corto que su currículo es el argumento de Mónica Tello, la elegida burgomaestre del distrito, para apreciar en su lista esta “cuota joven”: “Tiene muy buen criterio”.

Es desconocido aún el discernimiento de Núñez pero Tello quien además figura en el registro de deudores morosos del Poder Judicial, sí puso el suyo en evidencia cuando sostuvo que “en principio tenía una primera regidora, pero lamentablemente fue excluida. Por lo tanto, él asume el ser primer regidor”. No hubo un sustento relacionado con el mérito, sino con la eventualidad.

Juntar, entonces, un accidente en la jerarquía con el discurso anarquista de “los jóvenes al poder”—una prédica que muchos de veintitantos, con carreras culminadas y también sin ellas, tomarían como insulto— resulta nocivo en un escenario político caracterizado por la falta de liderazgo. A esta carencia que corroe los tres poderes del Estado le urge altura académica y altura moral. Es un binomio.

El cuarto ciclo de un pregrado de 12 semestres es apenas un capítulo en la vida universitaria y, en la vida municipal es una preparación exigua. Así como los comicios siguen una dinámica con normativas y fechas, es pertinente que quienes se disputen las vacantes hagan coincidir su ímpetu con sus herramientas técnicas. Usted, lector y antes elector, a quien se le exige conciencia y deber ciudadano —con riesgo de multa si no lo cumple—, merece un horizonte con espíritu sapiente. Una “cara de niño” queda para otras evaluaciones.

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